Capitulo 10: El Despertar 2/2
Su grito, el grito
de amiga, sonó desgarrador provocándome como una especie de brecha en mi
cerebro. Esa sensación de ardor era tan dolorosa como, a la vez, liberadora.
Empecé a notar la cabeza como ida, a partir de ahí todo se volvió confuso,
sentí como las manos que me inmovilizaban se aflojaban, para posteriormente
escuchar gritos de dolor para después verme a mí misma caer de rodillas
mientras notaba como algo caliente iba descendiendo suavemente desde mi frente,
me pasé la mano dentro de la confusión y abrí la boca de sorpresa al verla
manchada de hilillos finos de sangre. "¿Que ha pasado?".
-¡Celi! - la
llamada de Ruth, me hizo incorporarme para visualizar al tiempo como ella daba
un cabezazo al hombre, que aun la estaba sujetando con los ojos muy abiertos de
asombró mirando hacia el suelo, perdió el conocimiento por el golpe y cayó
sobre el asfalto. Ruth lo señaló- ¡jodete! Te he roto la nariz.
En ese mismo
momento, me percaté que lo que miraba el hombre con tanto asombro eras a sus
dos compañeros tendidos en el asfalto adelante
- ¡Has estado
increíble! - exclamó eufórica, pegando saltos, y cogiéndome de las manos.
- ¿Qué ha pasado?
- inquirí volviéndome a tocar la frente por el escozor de la sangre.
- ¿¡¡No te
acuerdas?!! - se extrañó arrugando las cejas - en un abrir y cerrar de
ojos, al de atrás lo has elevado sobre tu cabeza, lanzándolo contra su
compañero del pañuelo. Ese ha perdido la conciencia, y el del pañuelo al caer
encima su compañero, se lo ha quitado de encima para darte con el filo de la navaja,
pero has esquivado a tiempo, bueno, más o menos.... - se interrumpió para sacar
un pañuelo azul de su bolso, note las yemas de los dedos como palpaban la zona,
y me puso el pañuelo sobre la cabeza- es superficial el corte, pero vamos a que
te curen mejor.
- Gracias - se lo
agradecí mientras me sostenía el pañuelo sobre la frente.
- ¿Cuándo
aprendiste lucha? - Ruth seguía perpleja y excitada de la emoción, me miraba
inquisitivamente esperando mi respuesta, pero yo le mantuve la mirada sin saber
que decir. Me sonrió. - vámonos mejor, antes de que cobren la conciencia.
Luego, mas calmadas, hablamos. - me agarro de la muñeca derecha y salimos
corriendo a toda mecha.
Mientras
nos íbamos alejando para asegurarme de que no se incorporaban, miré hacia
atrás, vi una silueta negra en medio de la carretera que se dirigía a los
cuerpos tendidos, no pude distinguir si era una mujer o un hombre, y al segundo
emergió un haz de luz cegadora en esa misma zona, posiblemente seria fruto de
mi imaginación al estar consternada por los rápidos sucesos así que preferí no
decirle nada a Ruth, ella seguía agarrándome de la muñeca hasta que llegamos al
coche, exhaustas.
Antes
de introducirme dentro, y apoyar mi espalda sobre el respaldo del asiento, analice
mi imagen en el retrovisor del coche que gracias a la luz que provenía de una
de las farolas comprobé que efectivamente era una herida superficial y respire
de alivio al comprobar que no necesitaría puntos.
-
No
hace falta ir a ningún hospital – señale la herida con mi dedo índice - ¿ves?
Ya está seca. Exagerada.
Ruth había puesto
el pestillo al coche, al segundo de habernos sentado y tenía las manos
temblorosas sobre el volante, su mirada la había mantenido fija hacia el
frente, cuando hicimos contacto visual. Ella me medio sonrió que más bien
parecía una mueca.
-
Sí,
eso parece. Menuda noche para estrenar tus recién 18 años ¿eh?
Su especie de
sonrisa se desvaneció para surgir una línea recta y volvió a mirar al frente.
-
Son
la 1:00. Podemos ir a mi casa. Te invito a dormir y ya, mañana, más tranquilas
hablamos – sugerí con tono tranquilizador.
-
No,
gracias. Sé que intentas quitarle hierro a la situación, pero ahora mismo estoy
algo inquieta y quiero volver a mi casa – me apoyo una mano sobre el hombro y
sus ojos estaban llorosos – podría haberte perdido ahí. Eres parte de mi
familia. Eres como una hermana para mí.
La abrace y ambas
lloramos ante esa posibilidad. Sentí que me observaban, y al fondo, entre la
penumbra de la carretera algo negro se esfumo de un pestañeo.
A la mañana
siguiente me despertaron los rayos del sol que se colaron entre los agujeros de
las persianas, me giré dando la espalda hacia mi ventana y me cubrí con la
manta hasta la cabeza. Un zumbido agudo en el tímpano seguido por ruidos más fuertes
de lo habitual, como el sonido de la cafetera o las risas de mi abuelo en la
primera planta, me hizo incorporarme al segundo para intentar cubrirme los
oídos con las manos.
Cada vez molesta me
incorporé de la cama y cerré la ventana, pero aun así los sonidos no cesaron,
se empezaron a volver insoportables que caí arrodillada sobre el suelo de
parqué mientras seguía tapándome los oídos.
-
¡¡¿Qué
coño haces en mi casa?!!
Al escuchar la voz
de mi padre molesto con alguien, aparte las manos y las deja apoyadas sobre mi
regazo.
-
Tan
amable como siempre, Jack – era Raphael con tono de sarcasmo.
“¿Raphael conoce a
mi padre? pero… ¿Cómo?” con ese interrogante rondando por mi
mente, y
aprovechando la agudeza adquirida, me acerque a la puerta y la entre abrir la
puerta, y asome la cabeza, para no perder ningún detalle de la conversación
además
que desde ahí podía ver la cabeza de mi padre y Raphael en el umbral de
la puerta de
la entrada con los brazos cruzados, y con la clavícula apretada.
-
Te
vuelvo a repetir, ¿Qué coño haces en mi casa? – mi padre se puso en tensión con
todos los músculos de su cuerpo apretados, y su corazón latiendo muy acelerado.
“¿Cómo es que escucho el latir de su corazón?”
“La sangre bombardeando y
recorriendo su cuerpo lentamente por cada una de sus
venas”
-
Oh
Raphael, tan apuesto como siempre, nos has perdido ese aspecto. – mi abuelo
apareció arrastrando sus sillas de ruedas desde el comedor y se indicó así
mismo – fíjate yo estoy echo una mierda ni con cremas antiarrugas me puedo arreglar
este cutis.
Y
empezó a reírse con la boca bien abierta para luego tenderla la mano.
Raphael
se la estrecho y le sonrió levemente entrecerrando sus ojos castaños.
Empecé
a notar un carraspeo en la garganta a sentir una necesidad de sed extraña, dejo
de molestarme los ruidos, y me cubrir la garganta con ambas manos como si así
mejorase esa sensación.
Mis
ojos se depositaron en mi padre que su posición cambio de tener los músculos
rígidos para cruzar los brazos y tensar las piernas al separarlas.
-
Esta
es mi casa, ni se te ocurra invitarlo a entrar, viejo.
Mi
abuelo haciendo caso omiso a mi padre, hizo ademan a Raphael para invitarlo a
entrar para conducirlo hacia la cocina.
Llama
a Celine- apoyo sus manos sobre las ruedas y mientas se alejaba con Raphael
siguiéndole los pasos, lo miro de soslayo- Va siendo hora que lo asimiles,
Jack.