Capítulo 10: El Despertar 1/2
Estaba
absorta mirando el vaso de un cubalibre, que sostenía entre mis manos, como el líquido
se movía suavemente hacia la derecha y volvía a serenarse, como si fueran las
olas del mar para poder volver a empezar el oleaje a la otra dirección.
Ruth
cumplió, habíamos terminado en un bar tranquilo después de una cena en un
Restaurante Chino. Estábamos sentadas en
una mesa para dos personas con una suave música de fondo, hacia unos segundos
que el camarero nos había puesto los vasos en la mesa.
-
¡Brindemos!
Mire
extrañada a Ruth que me miraba con una sonrisa ancha, resaltando sus brillantes
dientes asomados en una boca pequeña, y la mirada demasiado reluciente de lo
habitual.
- ¿Qué
celebramos? – puse los ojos en blanco e hice una ademan por darle un sorbo y
ella seguía ahí con la misma posición, sonriéndome y con el vaso alzado -
¿Tengo algo en la cara que te hace tanta gracia?
- Por tu cumpleaños. Mira que eres tonta y
¿para qué te he invitado entonces? Así que brindemos para estar más tiempo
juntas y con nuestras locuras.
Me
eche a reír, Si que era tonta por no haber caído y alce mi vaso y brindamos,
riéndonos.
Bebimos
un buen trago seguido. Me había quejado hace unas horas de que no estaba
arreglada para la ocasión, pero no me había fijado que mi amiga tampoco, iba
sencilla vestida con unos pantalones de cuero y una camiseta rosa, aunque llevaba
unas bonitas sandalias de tacón negras recogidas en el tobillo haciendo un
zigzag la cinta hasta cubrir los dedos.
-
Y
yo solo llevo unas sabrinas… - solté de repente y la mira poniéndome en morros.
-
Jajaja
Anda que sabes que yo suelo ir así de diario, no ando arreglada quejica.
Se inclinó hacia a
mí para susurrarme en el oído.
-
Detrás
de ti, justo en la barra al lado donde hay un tío gordo con una rubia, hay dos
zagales que no paran de mirar hacia nuestra mesa.
Se volvió a poner
recta y me enseño la lengua guiñándome un ojo.
Yo intente ser
disimulada así que me gire para coger el bolso que lo tenía colgado en el
respaldo de la silla haciendo que iba a coger el móvil.
Efectivamente, había
dos chicos, uno era más alto que el otro y ambos morenos, apoyados en la barra
con la botella de la cerveza en la mano y mirando hacia nuestra dirección, uno
de ellos me guiño el ojo.
Un escalofrió me
recorrió la espalda y me volví sonrojada para mirar a mi amiga.
Ella se cubrió la
boca con una mano para disimular la risa o eso intento.
-
¿Qué
hora es?
-
Es
temprano son casi las doce, así que no seas una aguafiestas después de este
cubalibre nos vamos al otro bar que está a dos calles atrás.
-
Mientras
que invites….
Me miro con un
ceño fruncido.
-No te pases – se
cruzó de brazos- solo es hoy por tu cumpleaños.
-Era broma jaja
Cuando acabamos de
hablar a los compás de los sorbos, se nos había echo las 00:30. Nos acercamos a
la barra para que pagara y ya salimos del sitio para ir al otro bar andando.
Por el camino Ruth estaba apenada porque esos chicos solo nos estaban mirando y
que no tuvieron ninguna intención de acercarse para hablar, conforme miraban
andaban bebiendo y pagaron sin más abandonando el local. Para mí, fue un alivio
que se hubieran marchado porque me estaban poniendo histérica tantas miraditas.
-Dices que estabas
cerca y está refrescando- se me puso la piel de gallina- Que calles más
oscuras. Teníamos que haber cogido el coche-mientras decía esto, me abrazaba a
mí misma para intentar en vano cubrirme del frió.
- Lo sé, pero
según mis cálculos solo son dos calles más adelantes y ya está. - me sonrió
levemente- No quiero arriesgarme de que no haya sitio para aparcar, sabes cómo
se llena por las noches.
La mire perpleja.
-Conmigo de fiesta
poco.
Ella me abrazo
riéndose y me pellizco en el moflete.
-Ni yo tampoco,
pero anduve por aquí el otro día por la mañana fichando bares y para mí que ese
era por aquí.
Señalo la segunda
calle que estaba aún más oscura, se ve que se ahorraron farolas para no gastar más
luz, parecía la típica atmósfera de una película de terror apunto de aparecer el asesino loco para darle
color escarlata a la acera a partir de tu sangre.
-Anda vámonos,
Ruth. Aunque sea el mismo Bar nos tomamos otra. ¿Vale?
Mire a Ruth, pero
ella estaba mirando nerviosa a los lados tanto a frente como atrás. Seguí su
mirada de enfrente unos dos metros, había una figura de un hombre que en ambas
manos parecía que tenía un arma blanca y detrás de nosotras había dos más, esos
estaban iluminados por la luz leve de una farola, uno llevaba una cuerda y el
otro llevaba un trapo. Esos dos eran los mismos del bar.
Mi amiga empezó a
temblar, me agarro de la muñeca tan fuerte que note como las uñas se hundían
sobre mi piel, nos quedamos en lateral sin dar la espalda a ninguno de los tres
aunque intentaba tranquilizarme con frases como: “Tranquila saldrás bien de
esta” “No te va a pasar nada” “Intenta que la histeria…” los nervios estaban aflorando y el corazón se
acelero escuchando en mis tímpanos el rebote de mis latidos cada vez mas rápidos.
- ¿Qué queréis? –
inquirió mi amiga mientras que sus labios temblaban.
- No os lo pongáis
difícil – soltó riéndose el de atrás mostrando sus navajas que brillaron al
alzarlas por la luz de luna.
La calle era
estrecha con casas deterioradas alrededor nuestras y con poca luz para
convertirnos en presa fácil.
Note un estirón de
mi amiga y me deje arrastrara por ella. Había una salida justo entre medias de
esos tres tipos, así que corrimos hasta toparnos con una pared.
-¡¡NOOOO!!
Mi amiga golpeo
con sus puños la pared mientras veía como unas lágrimas se hacían paso.
-Podemos subir
para arriba, yo te doy un empujón y luego subo yo- me sugirió con los ojos brillantes
y la voz temblorosa.
Escuchamos los
pasos lentos de los tres, poniéndose a unos pasos enfrente de nosotras, el que
llevaba las cuerdas alzo un brazo hacia a mí que mi amiga freno dándole un
manotazo.
-Vaya, vaya, que
nos ha salido valiente.
Ese hombre se
volvió a reír reluciendo una excitación en sus ojos verdosos.
-
Vas
a tener que aflojar esas bonitas piernas si quieres salir viva de esto.
El que llevaba las
navajas había cogido a mi amiga desde atrás con el filo en el cuello y con la
otra punta de la navaja amenazándola con clavársela en el riñón.
No podía moverme
en ese instante, esto parecía una película, pero la diferencia es que ambas
éramos las protagonistas. El hombre volvió agarrarme el brazo y yo forcejee,
pero el otro me agarro por la espalda cubriéndome con un trapo en la boca.
-¡Celiii!
0 Alas caidas:
Publicar un comentario